Poesia completa / Complete Poetry (Garcia Lorca)
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Description
La obra poética completa de uno de los escritores más influyentes de la literatura española. La figura de Federico García Lorca abarca, tanto en España como en el exterior, mucho más que su literatura. Su poesía, traducida a infinidad de lenguas, recorre paisajes, hurga en tradiciones y denuncia injusticias con la maestría de un escritor que utilizó la pluma como pocos, y sus libros continúan leyéndose sin atender al paso del tiempo ni a las arbitrariedades de la moda. En esta deslumbrante colección, el lector podrá recorrer el tramo completo de su obra poética: empezando con el joven Lorca en Libro de poemas, Canciones y Juego y teoría del duende, pasando por clásicos lorquianos como Romancero gitano, Poema del cante jondo, el impresionante poemario Poeta en Nueva York, así como Tierra y luna, Sonetos y Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, entre muchos otros. La edición y los prólogos otorgan al lector las herramientas necesarias para comprender y contextualizar al personaje, para acercarse a la complejidad de su obra y para disfrutar, en un sólo volumen, de uno de los autores españoles más relevantes del siglo XX.ENGLISH DESCRIPTIONThe complete poetic work of one of the most influential writers in Spanish literature. The figure of Federico García Lorca encompasses, both in Spain and abroad, much more than his literature. His poetry, translated into countless languages, travels through landscapes, delves into traditions and denounces injustices with the skill of a writer who used the pen like few others, and his books continue to be read by multiple generations.In this dazzling collection, the reader will be able to go through the entire stretch of his poetic work: starting with the young Lorca in Book of Poems, Songs and Theory and Play of the Duende, passing through Lorca classics such as Gypsy Ballads, Poem of the Deep Song, the impressive poem Poet in New York, as well as Lament for Ignacio Sánchez Mejías, among many others. This edition and its prologues give the reader the necessary tools to understand and contextualize the author, to get closer to the complexity of his work and to enjoy, in a single volume, one of the most relevant Spanish authors of the 20th century.
Additional information
Weight | 0.44 kg |
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Dimensions | 2.54 × 13.21 × 20.32 cm |
PubliCanadation City/Country | USA |
by | |
Format | Paperback |
Language | |
Pages | 608 |
Publisher | |
Year Published | 2012-11-13 |
Imprint | |
ISBN 10 | 0307475751 |
About The Author | Federico García Lorca, considerado uno de los escritores españoles más influyentes de todos los tiempos, nació en Fuente Vaqueros, Granada, en 1898 y murió fusilado en agosto de 1936. Se licenció en Derecho en la Universidad de Granada, donde también cursó estudios de Filosofía y Letras. En 1919 estuvo en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, donde convivió con parte de los que después formarían la Generación del 27, y en 1932 dirigió la compañía de teatro La Barraca. En poesía, sus obras más emblemáticas son el Romancero Gitano, donde el lirismo andaluz llega a su cumbre y universalidad, y Poeta en Nueva York, conjunto de poemas, adscritos a las vanguardias de principios del siglo XX, escritos durante su estancia en la Universidad de Columbia. Entre sus obras dramáticas destacan Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba y Yerma. |
Table Of Content | ÍNDICE GENERALNota del editor primera partePrólogo: La poesía de Lorca Juego y teoría del duende De «Libro de poemas»Palabras de justificación Veleta La sombra de mi alma Si mis manos pudieran deshojar Balada de un día de Julio «In memoriam» Tarde Prólogo Balada interior Balada de la placeta Hora de estrellas La balada del agua del mar Deseo Meditación bajo la lluvia. Fragmento Sueño Aire de nocturno Primeras cancionesRemansos Cuatro baladas amarillas Palimpsestos Adán Claro de reloj Cautiva Canción De «Suites»Suite de los espejos El jardín de las morenas. Fragmentos Noche. Suite para piano y voz emocionada Tres estampas del cielo Historietas del viento El regreso La selva de los relojes Suite del agua Cruz Herbarios Canciones (1921-1924)Teorías Nocturnos de la ventana Canciones para niños Andaluzas Tres retratos con sombra Juegos Canciones de luna Eros con bastón (1925) Trasmundo Amor (Con alas y flechas) Canciones para terminar segunda partePrólogo: La Andalucía lorquiana Arquitectura del cante jondo Poema del cante jondoBaladilla de los tres ríos Poema de la siguiriya gitana Poema de la soleá Poema de la saeta Gráfico de la Petenera Dos muchachas Viñetas flamencas Tres ciudades Seis caprichos Escena del teniente coronel de la Guardia Civil Diálogo del Amargo [Conferencia-recital del «Romancero gitano»] Primer romancero gitano (1924-1927)1 Romance de la luna, luna 2 Preciosa y el aire 3 Reyerta 4 Romance sonámbulo 5 La monja gitana 6 La casada infiel 7 Romance de la pena negra 8 San Miguel. Granada 9 San Rafael. Córdoba 10 San Gabriel. Sevilla 11 Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla 12 Muerte de Antoñito el Camborio 13 Muerto de amor 14 El emplazado 15 Romance de la Guardia Civil española Tres romances históricos16 Martirio de Santa Olalla 17 Burla de Don Pedro a caballo. Romancecon lagunas 18 Thamar y Amnón OdasOda a Salvador Dalí Soledad. Homenaje a Fray Luis de León Oda al Santísimo Sacramento del Altar.Homenaje Poemas sueltos IEn el cumpleaños de R.G.A. Corona poética o pulsera de flor Estampilla y juguete Abandono Estío Canción de la desesperanza Canto nocturno de los marineros andaluces [Chopo y torre] [¡Miguel Pizarro!] La sirena y el carabinero. Fragmentos Canción Soledad insegura. Fragmentos tercera partePrólogo: La plenitud de la poesía lorquiana Poemas en prosaSanta Lucía y San Lázaro Nadadora sumergida. Pequeño homenaje a un cronista de salones Suicidio en Alejandría Degollación de los Inocentes Degollación del Bautista La gallina. Cuento para niños tontos [Un poeta en Nueva York] Poeta en Nueva YorkI. Poemas de la soledad en Columbia UniversityVuelta de paseo 1910. Intermedio Fábula y rueda de los tres amigos Tu infancia en Menton II. Los negrosNorma y paraíso de los negros El rey de Harlem Iglesia abandonada. Balada de la Gran Guerra III. Calles y sueñosDanza de la muerte Paisaje de la multitud que vomita. Anochecer de Coney Island Paisaje de la multitud que orina. Nocturno de Battery Place Asesinato. Dos voces de madrugada en Riverside Drive Navidad en el Hudson Ciudad sin sueño. Nocturno del Brooklyn Bridge Panorama ciego de Nueva York Nacimiento de Cristo La aurora IV. Poemas del lago Eden MillsPoema doble del lago Eden Cielo vivo V. En la cabaña del Farmer. Campo de NewburgEl niño Stanton Vaca Niña ahogada en el pozo. Granada y Newburg VI. Introducción a la muerte. Poemas de la soledad en VermontMuerte Nocturno del hueco I II Paisaje con dos tumbas y un perro asirio Ruina Amantes asesinados por una perdiz Luna y panorama de los insectos. Poema de amor VII. Vuelta a la ciudadNueva York. Oficina y denuncia Cementerio judío Crucifixión VIII. Dos odasGrito hacia Roma. Desde la torre del Chrysler Building Oda a Walt Whitman IX. Huida de Nueva York. Dos valses hacia la civilizaciónPequeño vals vienés Vals en las ramas X. El poeta llega a La HabanaSon de negros en Cuba De «Tierra y luna»Tierra y luna Pequeño poema infinito Canción de la muerte pequeña Omega. Poema para muertos Poemas sueltos IIDos normas El poeta pide ayuda a la Virgen Infancia y muerte Cómo canta una ciudad de noviembre a noviembre Diván del TamaritGacelasGacela primera. Del amor imprevisto Gacela II. De la terrible presencia Gacela III. Del amor desesperado Gacela IV. Del amor que no se deja ver Gacela V. Del niño muerto Gacela VI. De la raíz amarga Gacela VII. Del recuerdo de amor Gacela VIII. De la muerte oscura Gacela IX. Del amor maravilloso Gacela X. De la huida Gacela XI. Del amor con cien años CasidasCasida primera. Del herido por el agua Casida II. Del llanto Casida III. De los ramos Casida IV. De la mujer tendida Casida V. Del sueño al aire libre Casida VI. De la mano imposible Casida VII. De la rosa Casida VIII. De la muchacha dorada Casida IX. De las palomas oscuras Seis poemas galegosMadrigal â cibdá de Santiago Romaxe de Nosa Señora da Barca Cántiga do neno da tenda Noiturnio do adoescente morto Canzón de cuna pra Rosalía Castro, morta Danza da lúa en Santiago Ensayo o poema sobre el toro en España Llanto por Ignacio Sánchez Mejías1 La cogida y la muerte 2 La sangre derramada 3 Cuerpo presente 4 Alma ausente SonetosI. Sonetos del amor oscuroSoneto de la guirnalda de rosas Soneto de la dulce queja Llagas de amor El poeta pide a su amor que le escriba El poeta dice la verdad El poeta habla por teléfono con el amor El poeta pregunta a su amor por la «Ciudad Encantada» de Cuenca Soneto gongorino en que el poeta manda a su amor una paloma [¡Ay voz secreta del amor oscuro!] El amor duerme en el pecho del poeta Noche del amor insomne II. Otros sonetosEn la muerte de José de Ciria y Escalante Soneto de homenaje a Manuel de Falla, ofreciéndole unas flores A Carmela Condon, agradeciéndole unas muñecas Adam Soneto Epitafio a Isaac Albéniz En la tumba sin nombre de Herrera y Reissig en el cementerio de Montevideo A Mercedes en su vuelo Poemas sueltos IIICanción Versos en el nacimiento de Malva Marina Neruda Gacela del mercado matutino Canción de cuna para Mercedes muerta Índice de primeros versos |
Excerpt From Book | Del prólogo La poesía de Lorca En 1933, Federico García Lorca pronunció en Buenos Aires y Montevideo su conferencia «Juego y teoría del duende». Se trata de una teoría de la cultura y del arte español, pero también de una poética, en condensada y hermosa síntesis. El texto describe tres figuras, que son otros tantos conceptos fundamentales: la musa, el ángel, el duende. La musa es la inteligencia y explica la poesía de Góngora, y el ángel es la gracia, la «inspiración»: en ella tienen su origen la poesía de Garcilaso o la de Juan Ramón Jiménez. ¿Y el duende? Lorca delimita las diferencias con toda precisión: Ángel y musa vienen de fuera; el ángel da luces y la musa da formas […] Pan de oro o pliegue de túnicas, elpoeta recibe normas en su bosquecillo de laureles. Encambio, al duende hay que despertarlo en las últimashabitaciones de la sangre. El ángel, la imaginación, y la musa, la inteligencia, son exteriores al fenómeno poético profundo, ese que nos pone en contacto con los centros últimos de la vida. De ahí la definición, que Lorca da y que relaciona al duende con la consciencia trágica del vivir: […] el duende no llega si no ve posibilidad de muerte, sino sabe que ha de rondar su casa, si no tiene seguridadque ha de mecer esas ramas que todos llevamos y que notienen, que no tendrán consuelo. Y añade poco después: […] el duende hiere, y en la curación de esta herida queno se cierra nunca está lo insólito, lo inventado de laobra de un hombre. El duende es, pues, «el dolor mismo, la conciencia hiriente y no resignada, del mal o de la desdicha» (Marie Laffranque). Lorca supera las poéticas descriptivas. El arte, la poesía, busca la revelación de la realidad profunda, esencial. Cierto, al formular su poética del duendeestaba también definiendo su posición estética de los años treinta, cuando dejó atrás posiciones en teoría más racionalistas, como las que suscitaron su fervor gongorino de 1926-1927. Pero también es verdad que muy pronto, fuera o no consciente por entero del fenómeno, la poética del duende marcó todo su arte. De ahí la cantidad de elementos irracionales, mágicos, que lo pueblan. Hay en casi toda su poesía un clima sonambular, de irrealidad, de sueño, que la baña, recubre y llena de misteriosa fascinación. El poeta que alumbra el mito de la luna que rapta al niño en el romance inicial del Primer romancero gitano, estaba habitado por fuerzas irracionales, oscuras, que lo llevaron a la cristalización de fórmulas imaginativas insólitas en la poesía contemporánea. Y obliga a pensar en los grandes plásticos del siglo: el Picasso de los minotauros y el Guernica, Marc Chagall y sus ideaciones de la vida judía, cierto Miró. Cabeexplicar así la singularidad de Lorca, dueño siempre de una técnica refinada y, sin embargo, viajero al mismo tiempo por los últimos fondos de lo real y lo ultrarreal, sea el terror de la historia y el terror de la muerte, la fascinación del deseo y la fascinación de los límites, «las cosas del otro lado». La técnica es un mero soporte, nunca un fin. El gran imaginativo no se desborda; sus metáforas son precisas, nítidas, pero es claro que el poeta no se agota en ellas, como le ocurre a Góngora. Cuando se proclama en el «Romance de la Guardia Civil española» que «La media luna, soñaba / un éxtasis de cigüeña », no se trata sólo de la imagen zoomórfica, sino de la presencia de la luna creciente en el cielo de los gitanos: luna inquietante, si no maléfica, reina de la vida y de la muerte, que ilumina la ciudad, perfecta pero a punto de ser destruida. Lorca, podríamos concluir, es un poeta simbólico, sí, pero no se trata sólo de eso. Es la comunión de cielo y tierra, la proximidad de lo alto y lo bajo, la percepción continua de una realidad más vasta, todo ello bajo la dirección de un instinto verbal que sorprende al lenguaje en su intersección, arbitraria pero operativa, con los grandes planos de las cosas. Ardiente de inspiración, precisa de formas, esta poesía es el resultado de una escritura que hubo de confrontarse con las tradiciones y los cánones vigentes cuando su autor compareció en la literatura española. El modernismo había entrado ya en decadencia, aunque siguiera dominando el gusto poético mayoritario, y por eso casi toda la poesía juvenil es modernista. Con Rubén Darío, y en buena medida a través de Rubén Darío, a quien admiró mucho, asimiló la lección de los simbolistas: Baudelaire, Rimbaud, Verlaine y Lautréamont, que resuenan en sus primeros textos. Desde antes quizá conocía también a Victor Hugo, entonces muy difundido en España. Pero las fuentes no bastan para explicar a un escritor. Y el hecho es que algunas composiciones del Libro de poemas, las más tardías, muestran ya una voz diferenciada, perfilada en sus elementos básicos, aunque carezcan todavía del resplandor de la madurez. Esa primera voz singularizada procede de la magistral asimilación de los ritmos (neo) populares. La poesía española vive ya en pleno posmodernismo, pero nadie se había adentrado antes por estos caminos como lo hizo Lorca, seguro en su recreación de ritmos y formas de la tradición. La confirmación de que los hallazgos no eran casuales se produce en 1921, el primer año de la primera madurez lorquiana. El Lorca del veintiuno posee ya un universo propio en visión y en expresión. Evolucionará, sí, pero no cambiará en lo sustancial, pues su universo se presenta como una maraña de temas, motivos y símbolos que se repiten e imbrican con admirable fidelidad. La frustración es el tema central. Todo este universo se alimenta de esa sustancia última, por más que su manifestación se produzca en planos muy diversos. Son los jinetes que galopan sabiendo que nunca llegarán a su destino; es el sueño imposible de la infancia de donde el adulto es desgajado de modo artero; es el tormento de la mujer sin hombre o sin hijos. Este destino trágico se proyecta sobre un doble plano: el metafísico y el histórico, el ontológico y el social. No siempre son disociables, a veces aparecen unidos; pero es necesario señalar su doble naturaleza para la correcta comprensión de un discurso complejísimo. En Poeta en Nueva York, por ejemplo, se oyen voces terribles contra la civilización capitalista, pero también los fantasmas del tiempo, la naturaleza y la muerte dejan sentir su presencia oscura. Debe subrayarse esta capacidad del poeta para articular su mundo sobre planos en principio contradictorios. Lejos del optimismo revolucionario, pone su palabra al servicio de todos los oprimidos y marginados, sin mengua de sentirse aterrado ante la amenaza del tiempo, la muerte, y el destino de un mundo azaroso e incierto. El tema del amor es esencial. Energía clamorosa, cósmica, el sexo hace saltar la gran prohibición cultural de Occidente: el incesto, al que remite el romance de «Thamar y Amnón». El amor es inseparable del deseo, pero no puede decirse que Lorca desconozca su dimensión espiritual, según corrobora con precisión la «Oda a Walt Whitman», de Poeta en Nueva York, uno de cuyos grandes temas es la agonía del amor en el mundo. Sin duda el poeta se siente fascinado por la expresión erótica del amor, canta jubiloso el frenesí de los cuerpos y se deleita en la descripción de las formas hermosas. Este pansexualismo explica la justificación de la doble opción amorosa, homosexual y heterosexual, que celebra la misma «Oda» donde se legitima que el hombre conduzca su deseo «por vena de coral o celeste desnudo». Pero el eros y el amor están siempre amenazados, cercados, y se enfrentan de continuo a la maldición y a la destrucción. Una pena oscura, secreta, que supura como una llaga oculta, recorre la poesía amorosa lorquiana más intimista e incluso alcanza a poemas que sólo de manera periférica tocan el tema del amor, hasta el período de Nueva York. Entonces, en la gran urbe, la pena se vuelve desesperación, protesta abierta contra los ultrajes recibidos por el amor. La épica del Romancero gitano estallaba ya en todas las direcciones posibles del lamento amoroso, pero eran personajes quienes vivían y decían ese lamento: femeninos, sí, mas también masculinos (el amante abandonado y traicionado de «Muerto de amor»). Después, esa pena, que tiene que ver con la condición homoerótica, vuelve a manar, incontenible, insomne y un sí es no es hermética, de los versos del Diván del Tamarit, para volverse canto de felicidad por la plenitud del amor, y dolor de abismos por el temor a su pérdida en los sonetos amorosos. Otro tema esencial es la esterilidad. La renuncia a la perpetuación de la especie posee evidente dimensión trágica. Por eso, la voz lírica clama contra la voz del «amor oscuro», que es estéril: «no me quieras perder en la maleza / donde sin fruto gimen carne y cielo». «Maleza»: desolación silvestre y estéril. La obsesión de la infancia perdida encuentra aquí una de sus causas más notables, pues el otro rostro del niño no engendrado es el niño muerto de la propia infancia, un niño que se niega a morir. Los numerosos niños muertos (ahogados y sepultos sin paz, muy a menudo) que recorren este universo son el efecto de esa infancia perdida y sangrante siempre. Corolario inevitable del tema de la frustración, la muerte es otro tema nuclear. Tanto, que Pedro Salinas pudo afirmar que Lorca siente la vida por vía de la muerte. Entre ésta y la vida se produce una tensión constante. El poeta se muestra fiel heredero de la tradición romántica, que lleva hasta sus últimas consecuencias. Él vio a su duende instalado en el ámbito de las sombras y toda su obra se presenta como un enfrentamiento continuo a los poderes maléficos. De ahí que el tema del carpe diem rebrote con tanta intensidad. Por eso, entre otras razones, nunca es un poeta tétrico. El canto apasionado a la materia terrestre pertenece a la misma médula de la obra lorquiana, que celebra todos los elementos naturales de su germinación y de su plenitud. Amor y muerte. Amor contra la muerte. El gran binomio romántico se reencarna en nuestro poeta, que lo lleva hasta sus últimas consecuencias enlazándolo con las corrientes más hondas del existencialismo. «Toda muerte es, en cierto modo, asesinato», escribió su hermano Francisco a propósito de esta obra. Ahí veía él la causa de tanta muerte violenta en ella, pues la violencia constituye la verdadera cara de la muerte. Pero ésta es también un castigo. Lorca la siente en su realidad más tangible, en la descomposición de los cuerpos (el «silencio con hedores» del que habla el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías), y en la nada y el olvido adonde se precipitan los muertos, vueltos ya materia mineral: «No te conoce el lomo de la piedra», dice el mismo Llanto. Pero a veces este desenlace, con el que se desmarcaba de su primera fe católica, que rescató en varias ocasiones del pasado –así en la «Oda al Santísimo Sacramento del Altar»–, da paso a otra realidad más siniestra, acaso huella al revés, huella culpable, de la fe desaparecida, acaso vestigio también del pensamiento arcaico: la vida de los muertos en la tumba, porque aquí los muertos no mueren del todo e inertes no pierden la conciencia. Fue en Nueva York cuando esta visión se abrió paso como una especie de fulgurante y desolada revelación. Una tradición muy antigua nutría al poeta. Es que el cantor de la vida albergaba también a un metafísico capaz de enfrentarse a los enigmas de la condición humana y del mundo. Así sucede en su tratamiento del tema del tiempo, que lo hace revolverse contra el principio de identidad, pues los hombres pierden día a día sus señas distintivas y, además, el yo es plural. Más aún: todo es aleatorio, arbitrario. Las cosas son lo que son como pudieron ser de otra manera. En este contexto se impone como evidente e inevitable el apartamiento de la fe religiosa que había recibido de niño, sustituida aquélla una y otra vez por la consciencia del desvalimiento de la criatura humana, abandonada en un mundo confuso y oscuro: «El mundo solo por el cielo solo / y el aire a la salida de todas las aldeas», deploran los versos de «Navidad en el Hudson », en Poeta. Eso no impide rebrotes ocasionales de la fe cristiana, como la «Oda al Santísimo». En todo caso, la heterodoxia es total: Jesús aparece como el agente de una redención inútil, traicionado por su Iglesia y ajeno el mundo a su mensaje. Tanta desazón, tanta insistente lucidez, no consiguieron anular la presión de la historia sobre la obra lorquiana. No practicó Federico la prédica política al modo de algunos compañeros de generación. En realidad, rebasa –más que rechaza– los planteamientos doctrinales, destinados a concitar adhesiones. Pues la verdad es que, sin teñir su poesía de otro color que no fuera el poético, pocos poetas como él han llevado a sus versos el tema de la revolución y su cara opuesta: la represión, la reacción. He ahí el «Romance de la Guardia Civil española », que se anticipa al delirio plástico del Guernica. Poco más tarde, en el Nueva York sacudido por los primeros síntomas de la Gran Depresión, Lorca profundizaba su visión social y política. Enfrentado con el rostro más duro del capitalismo en crisis, profetizaba la invasión de la ciudad –la civilización– por la naturaleza enfurecida, que brotará de entre sus ruinas. Su instinto lo llevó a trascender el folclore negro y a ver la raza negra como la víctima que era –y eso en tiempos en que la mentalidad colonial dominaba a buena parte de la intelligentsia europea–, y denunciar a los blancos y apelar a su exterminación en nombre de la naturaleza escarnecida y humillada, con la que comulgan los negros («El rey de Harlem»), y a la que se adscriben también los «pequeños animalitos», que se hallan sometidos al holocausto de la sociedad industrial («Nueva York. Oficina y denuncia»). Este rico complejo de temas se encauza a través del lenguaje más peculiar de todo el siglo en lengua española, cuya creación es a buen seguro la máxima hazaña del autor. Un rasgo lo define: es un discurso de lo concreto, que renuncia a la expresión conceptual, abstracta, especulativa. El mundo es contemplado desde y por una conciencia que cabría calificar de sensorial. De ahí la importancia de la metáfora y la personificación. El poeta debía ser, según señalaba él a propósito de Góngora, «profesor en los cinco sentidos corporales», con la vista en primer lugar. Esta participación de los cinco sentidos hace que todo se anime, esté o parezca vivo. El mundo se tiñe de verde, como sucede en el «Romance sonámbulo »; la luna es una dama del novecientos con polisón de nardos, resplandeciente en su halo luminoso, según el «Romance de la luna, luna»… Esta animación de lo existente elimina toda dimensión tétrica, sumido el lector en esa sinfonía de verdes, damas lunares, vientos-sátiros, navajas como peces, montes gatunos, ríos de la fantasía, caballos de la soledad. Nadie en el siglo XX, al menos en castellano, ha ido más lejos que Lorca en esta poetización del discurso. Sus efectos son inmediatos: comulgamos con esta poesía, nos hacemos una con ella, al margen de sus contenidos, más allá de sus perspectivas doctrinales o ideológicas. |
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